La casa era habitable, ya que tenía tejado y era estructuralmente sólida, pero durante las seis primeras semanas lavamos con cubos de agua de lluvia recogida del tejado y utilizamos velas por las noches. Teníamos una estufa de gas que habíamos heredado con la casa y que nos vino muy bien no sólo para cocinar, sino también para calentar el agua para lavar y para ablandar las tuberías cuando se rompió el desagüe y hubo que cambiarlo.
El día en que el hombre de la casa (que sabe hacer y arreglar casi cualquier cosa) encontró una vieja bomba sumergible en el cobertizo de almacenamiento y decidió hacernos una ducha fue un gran día. La instaló de modo que, después de calentar una olla grande de agua en la cocina, pudiéramos ponernos debajo de la ducha y disfrutar de la vida moderna.
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